La subida en los precios de la energía ha disparado el interés general a alternativas renovables que permitan reducir la dependencia del gas y el petróleo. El foco de atención apunta a la biomasa, una fuente “km 0” que no requiere de importación extranjera, pues se extrae directamente en el país.
España, altamente dependiente de la importación de petróleo y gas natural, con una aportación de energías renovables muy inferior a la media europea, cuenta en realidad con numerosos sectores forestales desarrollados. La madera es un elemento renovable y muy abundante en nuestro entorno.
Como todo producto “km 0”, cuenta con ventajas económicas y sociales. Por un lado, resulta más económica que cualquier otro tipo de energía fósil. Su independencia de las fluctuaciones de los precios de los combustibles importados y su categoría de producto de proximidad permite el ahorro en los costes de transporte, a la vez que reduce las emisiones de C02 inherentes al traslado. Del mismo modo, favorece el empleo local, impulsa la economía nacional y puede jugar un papel esencial en la repoblación de zonas rurales.
Por otro lado, la combustión de biomasa no contribuye al aumento del efecto invernadero, ya que el CO2 que se libera en la combustión forma parte del ciclo de la atmósfera actual, como lo es lo que captan las plantas y los árboles para su crecimiento.
La aportación de energías renovables aún es baja en comparación con las derivadas del petróleo o el gas natural, pero la potenciación de la energía procedente de la biomasa, unida a otras renovables como la solar y la eólica es, sin duda, de las mejores alternativas para solucionar uno de los problemas más presentes en la sociedad actual a través de la autosuficiencia energética y la consideración con el planeta.